domingo, 18 de noviembre de 2012

Encuentros en Murcia





    No sabe uno bien cuando empieza una aventura qué se va a encontrar por el camino. Pone uno toda la ilusión, la energía acumulada, sin esperar nada concreto a cambio. Pero esta extraña vida se ha empeñado en sorprenderme con destellos inesperados. El café Zalacaín de Murcia va ligado a mi memoria literaria. Nunca he leído nada en ese ámbito misterioso, lo he ido conociendo de manera azarosa a lo largo de los últimos años. Sin embargo pertenece con todo derecho a mi personal mundo de lugares predilectos .Esa entrada un tanto anodina da pie a un lugar con un curioso aire de antaño, un lugar en el que pienso que la gente va tomar un café mientras tantea con dedos inseguros la lectura que promete momentos de dicha.  Es el lugar donde se va a charlar de forma pausada, tal vez de cosas intranscendentes, pero ¿de qué se construye la vida sino de pequeños pedazos insignificantes?. ¿Quién me iba a decir a mí que algún día presentaría mi primera novela en el lugar donde han habitado mis sueños?. Y hablar del Zalacaín es hablar de la gente que pulula por su barra, que alguna vez se ha sentado a sus mesas de mármol, que esperó con mirada ansiosa la llegada del rostro amado.
  Nunca se me olvidará la decisión de Curro al aceptar mi reto de que me acompañara a la guitarra mientras desgranaba el enigma de mi pasión. Plácido y Resu que hacen de lo imposible algo natural. De toda esa familia Murciana que te hacen ver la vida con luz en los ojos. Para Carlos y Marga me faltan las palabras pues nadie imaginaría mejores compañeros para esta travesía. Tengo la sensación, que es dulce como los granos de la granada en mi infancia, de que esto lo estamos consiguiendo todos juntos y que yo no soy más que una pieza que hace rodar la maquinaria de ¨La memoria esquiva¨.
  Me viene a la mente la imagen de mi cuñada Fanny cuyo don con los niños sobrepasa mi entendimiento. La veo en un rincón del Zalacaín haciendo gozar a cuatro inquietos niños en una presentación de un libro. Gracias Fany por enseñarme tantas cosas.
   Seguro que olvido a muchos que tanto habéis significado para mí en este maravilloso fin de semana. Que nadie se sienta mal, pues os llevo bajo mi piel en cada paso que doy. Sin duda iréis desfilando por aquí a lo largo de estas noches de sueños entrecortados.
  Gracias a esos lectores anónimos que me he encontrado por Murcia, tiene mucho mérito arriesgar ese lugar precioso en la mesilla de noche para un libro de un perfecto desconocido cuya historia os parece tan lejana. Os tengo que decir que me encanta hablar de libros con gente desconocida.
  Para terminar mi recuerdo para Josefa, la madre de Plácido que me ha ofrecido lo mejor que le puede pasar a un escritor novato como yo. Sentada en su silla de ruedas, rodeada de su familia, me ha ofrecido como el mejor regalo su emoción, su temblor interior al oir la pequeña dedicatoria que este humilde creador de historias le ha escrito a ella y a la memoria de su marido Antonio.
 Gracias por hacerme la vida bella.

1 comentario:

  1. Acabo de terminar de leer el libro; bueno, hace un par de horas. Hace meses que un ejemplar de la primera edición descansa en la estanteria después de leerlo mi mujer que me ha preguntado muchas veces si lo había leido ya. Anoche, a eso de las 00:48, mientras ella dormía a mi lado, en un arrebato de curiosidad me lancé a por el libro.
    Hacía tiempo que había leído el primer capítulo así que lo releí para volver a conectar con sus paisajes. De repente me ví envuelto, página tras página, en una vorágine de recuerdos que se mezclaban con los míos propios.
    La curiosidad que me hizo saltar de la cama estaba alimentada por la insistencia de mi mujer y no por mi interés por la lectura en general. Me dió un pálpito y pensé que había algo dentro de este tomo que debía de conocer o simplemente que me vendría bien saber ya.
    Página a página me cené medio libro antes de empezar a luchar con mis párpados y hoy al despertar no he podido evitar acometerlo de nuevo.¿Quién coño es Zóbel?. Me enganchó o por lo menos me atrajo a sus historias hasta tal punto que me sorprendí a mí mismo conteniendo la respiración para no llorar. ¿Porqué lloras idiota?. Sólo es un libro.
    Bueno, en nuestra familia es mucho más que un libro, pero para mí entre otras muchas cosas es un homenaje a la memoria de nuestros y nuestras mayores. La sabiduría de la experiencia, esa que ya no escuchamos porque hay que dedicarse con santa paciencia a conversar con ellas, esa experiencia que desde mi punto de vista es la que de verdad nos puede ayudar a crear un presente y futuro mejor. Por eso lloro, porque se lo merecen y eso me hace feliz. Porque mis abuelos y abuelas ya murieron y cuando crecí ya era demasiado tarde.
    Ahora mi memoria esquiva no me deja ver muy bien los años que pasé con mis abuelos y además de sentirme feliz me siento triste por no haber conversado con ellos y con ellas. Por eso también, porque Agustina y Josefa aunque yo no lleve ningún gen suyo son más abuelas mías que las mías propias y me alegro de que formen parte de esta historia y de mi vida.
    Gracias Ramón.
    Para terminar, sólo dos cosas. Quiero ir a Cuenca a conocer a Fernado Zóbel y quiero que cuentes con mi música cuándo quieras; es tuya.
    Un millón de abrazos para todos.
    #Curro#

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